¿Qué debería comer cuando estoy resfriado/a? ¿Y cuándo tengo gripe?

Cuando tu cuerpo se enfrenta a un resfriado o una gripe, necesita recursos para defenderse. Y lo que comes —o dejas de comer— puede acelerar o frenar tu recuperación. Aunque los síntomas puedan parecer similares, la respuesta nutricional no siempre debe ser la misma.

¿Qué comer cuando estás resfriado?

El resfriado común suele provocar congestión, mucosidad, molestias en la garganta y sensación de fatiga. No suele ir acompañado de fiebre alta ni de dolores intensos en el cuerpo como la gripe, pero puede dejarte fuera de juego durante varios días si no te alimentas correctamente.

Alimentos recomendados:

  • Caldos caseros: ayudan a mantenerte hidratado y aportan electrolitos clave. El clásico caldo de pollo tiene evidencia en su capacidad para reducir la congestión nasal temporalmente.
  • Verduras cocidas: fáciles de digerir y ricas en antioxidantes.
  • Frutas ricas en vitamina C: aunque no curan, sí contribuyen al buen funcionamiento del sistema inmunológico.
  • Avena o arroz integral: fuentes de energía suave que no irritan el aparato digestivo.
  • Jengibre y cúrcuma: con efecto antiinflamatorio leve y propiedades inmunomoduladoras.

Suplementación útil:

  • Vitamina C: puede ser útil si tu ingesta diaria habitual es baja, aunque su efecto es preventivo más que curativo.
  • Zinc: acorta la duración del resfriado si se toma en las primeras 24-48h.
  • Probióticos: pueden mejorar la función inmunitaria intestinal, clave en personas con poca variedad en su dieta diaria.

¿Qué comer cuando tienes gripe?

La gripe va más allá de una simple congestión. Esta vez sí incluye fiebre, dolor muscular, fatiga intensa y, en muchos casos, náuseas o pérdida del apetito. Aquí el foco cambia: hay que conservar energía, evitar la deshidratación y reducir la inflamación sistémica.

Alimentos recomendados:

  • Líquidos constantes: agua, infusiones suaves (manzanilla, menta, anís), caldos claros. La fiebre incrementa las pérdidas de agua corporal.
  • Plátano maduro, manzana asada, arroz blanco o puré de patata: son alimentos blandos, fáciles de tolerar.
  • Pescado blanco o pollo hervido: fuente de proteína necesaria para reparar tejidos y mantener el sistema inmune, sin generar digestiones pesadas.
  • Infusiones con miel natural: ayudan a calmar la garganta y la tos.
  • Vegetales en crema o puré: facilitan la digestión y aportan micronutrientes esenciales como vitamina A, hierro y magnesio.

Suplementación útil:

  • Vitamina D: sus niveles adecuados se asocian con menor severidad de infecciones respiratorias. 
  • Omega 3: por su capacidad antiinflamatoria, especialmente en casos de dolor muscular y fiebre.

Mitos comunes y errores a evitar

❌ “Los lácteos aumentan la mucosidad”: no hay evidencia clara de esto. Si los toleras bien, puedes seguir tomándolos, sobre todo fermentados como yogur natural.

❌ “Hay que ayunar para curarse más rápido”: si bien puedes comer menos, no comer nada puede retrasar la recuperación. Tu sistema inmunitario necesita energía.

❌ “Con zumo de naranja basta”: un vaso de zumo tiene menos fibra y más azúcar que una naranja entera. Además, no es suficiente por sí solo para cubrir tus necesidades de vitamina C.

❌ “Tomo vitamina C sólo cuando estoy enfermo”: es mejor mantener buenos niveles de forma continuada. La prevención es más efectiva que la intervención.

Conclusión:

La alimentación no sustituye al tratamiento médico, pero sí puede acelerar tu recuperación y hacerla más llevadera. Si llevas una vida sedentaria, tu sistema inmune ya parte en desventaja. Por eso es clave actuar con estrategia desde el primer síntoma.

👉 Si quieres un plan de alimentación adaptado a ti, con recomendaciones nutricionales específicas para momentos de enfermedad y prevención, puedes contactar conmigo para una consulta personalizada. Cuidarte empieza por lo que comes… incluso cuando estás en cama.

¿Qué debería comer en verano y en invierno? Cómo adaptar tu alimentación al clima.

El clima tiene un impacto directo sobre cómo te sientes y cómo responde tu cuerpo. En personas sedentarias, con dolores frecuentes (espalda, hombros, cadera), adaptar la alimentación según la estación puede marcar una gran diferencia en energía, digestión, inflamación y bienestar general.

Alimentación en verano: frescor, ligereza e hidratación

Las altas temperaturas aumentan la sudoración, la pérdida de electrolitos y pueden provocar fatiga, hinchazón, calambres o incluso bajadas de tensión. Si además pasas muchas horas en interiores sin moverte, la circulación empeora.

¿Qué comer en verano?

  • Frutas y verduras frescas de temporada. Puedes echarle un vistazo al vídeo que tengo al respecto en el apartado "multimedia".
  • Gazpachos y cremas frías: como el gazpacho andaluz, el salmorejo o cremas frías de pepino o remolacha. Hidratan, sacian y son fáciles de digerir.
  • Ensaladas completas.
  • Pescados a la plancha o al vapor: más ligeros que las carnes rojas y con grasas saludables.
  • Yogures naturales o kéfir fríos: ayudan a la microbiota y mejoran la digestión en épocas calurosas.

Hidratación inteligente:

  • Agua cada 60–90 minutos aunque no tengas sed. Añadir limón o menta natural puede hacerla más apetecible.
  • Infusiones frías de jengibre o rooibos.
  • Evita refrescos azucarados y zumos envasados: provocan picos de glucosa y empeoran la sensación de fatiga y pesadez.

Suplementación útil en verano:

  • Electrolitos (sodio, potasio, magnesio): clave si sudas mucho o sufres calambres.
  • Vitamina C: por su efecto antioxidante, útil en momentos de alta exposición solar.
  • Probióticos: mantienen el intestino saludable, especialmente si viajas o cambias de dieta.

Alimentación en invierno: mantener el calor, energía y defensas

Con el frío, el cuerpo gasta más energía para mantenerse caliente. Además, aumentan las infecciones respiratorias y los dolores musculares y articulares. Si tienes poca actividad, puedes notar más rigidez y fatiga en invierno.

¿Qué comer en invierno?

  • Platos calientes y de cuchara: guisos con legumbres, caldos de huesos, sopas con verduras y arroz o quinoa. Reconfortan y aportan energía sostenida.
  • Tubérculos y cereales integrales: Aumentan la temperatura corporal al digerirse.
  • Verduras de invierno cocidas: Mejor cocinadas para facilitar la digestión y evitar gases.
  • Carnes blancas y pescado azul: fuente de proteína que ayuda al sistema inmunitario.
  • Frutos secos y semillas: Aportan calorías saludables y grasas esenciales.

Bebidas calientes recomendadas:

  • Infusiones de jengibre, cúrcuma y canela: con efecto antiinflamatorio y térmico.
  • Caldos caseros de huesos o vegetales: ricos en colágeno, sodio y minerales.
  • Evita abusar del café si ya tienes dolores articulares: en exceso puede irritar y empeorar la inflamación.

Suplementación útil en invierno:

  • Vitamina D: fundamental si no tienes exposición solar diaria. Mejora defensas y estado de ánimo.
  • Omega 3 (EPA/DHA): reduce inflamación articular y rigidez muscular.
  • Magnesio: ayuda al sistema nervioso y al control de los calambres y contracturas.

Mitos y errores comunes

“En verano hay que comer menos”: no se trata de comer menos, sino de comer más fresco y ligero sin dejar de nutrirte.

“En invierno necesito más azúcar para tener energía”: falso. El exceso de azúcar empeora la inflamación, favorece el aumento de peso y afecta tu sistema inmune.

“Beber agua solo si tengo sed”: la sed es una señal tardía. En climas cálidos o con calefacción activa, la hidratación proactiva es imprescindible.

“Los caldos industriales son igual que los caseros”: no. Los caldos caseros tienen colágeno natural, electrolitos reales y sin exceso de sal o aditivos.

Conclusión:

Tu cuerpo no necesita lo mismo en invierno que en verano. Ajustar la alimentación a cada estación te ayuda a prevenir dolores, mantener tu energía y mejorar tus defensas. Si ya convives con molestias musculares o te cuesta activarte, tu dieta puede ser el primer paso real hacia un cambio.

👉 ¿Quieres una guía personalizada con alimentos y suplementos adaptados a tu estilo de vida, estación y necesidades? Reserva una sesión conmigo y empieza a sentirte mejor desde hoy.

¿Qué debería comer si he tenido una rotura muscular u ósea? ¿Y si tengo dolor en las articulaciones?

Tanto una rotura como un dolor crónico en las articulaciones suponen un reto para el cuerpo. Tus huesos, músculos y articulaciones requieren nutrientes específicos para recuperarse y funcionar bien. Una alimentación adecuada puede acelerar la recuperación, aliviar el dolor y mejorar tu calidad de vida.

1. Alimentación tras una rotura muscular u ósea

Después de una lesión — como una desgarro muscular o una fractura ósea — tu cuerpo necesita mecanismos para:

  • Reparar tejido (músculo o hueso).
  • Controlar la inflamación.
  • Evitar pérdida de masa muscular.
  • Optimizar la absorción de calcio y otros nutrientes.

Alimentos recomendados:

  • Proteínas magras: fundamentales para regenerar las fibras musculares y formar colágeno en huesos y tendones.
  • Lácteos fermentados o vegetales ricos en calcio: esenciales para formar masa ósea después de una fractura.
  • Verduras de hoja verde y frutas como kiwi o fresas: aportan vitamina K, C y antioxidantes necesarios para la remodelación ósea y producción de colágeno.
  • Aceite de oliva virgen extra y frutos secos: ricos en ácidos grasos esenciales que modulan la respuesta inflamatoria.
  • Té verde o infusión de cúrcuma + pimienta negra: contribuyen a una inflamación más controlada por su poder antioxidante.

Suplementación útil:

  • Vitamina D y Calcio: clave para la incorporación eficiente del calcio en los huesos. Indispensable tras fractura.
  • Colágeno tipo I o péptidos de colágeno: favorecen la regeneración ósea y muscular.
  • Vitamina C: ayuda a sintetizar colágeno y mejorar la fuerza y elasticidad de los tejidos.
  • Magnesio: mejora la contracción muscular y previene posibles calambres frecuentes.

2. Alimentación si tienes dolor articular y tus articulaciones no funcionan bien.

La artrosis y el dolor crónico son comunes a partir de los 35 años, especialmente si se combinan sobrepeso o vida muy sedentaria. Se trata de controlar inflamación, lubricar articulaciones y fortalecer los tejidos de soporte.

Alimentos recomendados:

  • Pescados azules: ricos en omega‑3 (EPA/DHA), que reducen la inflamación articular.
  • Aceite de oliva y frutos secos: grasas saludables que mejoran la función articular.
  • Semillas de chía, lino o calabaza: aportan omega‑3 de origen vegetal y ayudan a reducir la inflamación.
  • Vegetales de color intenso: ricos en antioxidantes que protegen el cartílago.
  • Cerezas o arándanos: con efectos antiinflamatorios naturales, útiles en dolor agudo.
  • Infusiones de jengibre o curcumina: alivio natural para la rigidez matutina.

Suplementación útil:

  • Omega‑3 (EPA/DHA): recomendado si el pescado no forma parte regular de tu dieta.
  • Glucosamina y condroitina: estudios sugieren que pueden ayudar a mantener la salud del cartílago y reducir dolor leve a moderado.
  • Vitamina D: esencial para el metabolismo óseo, también útil en personas con artrosis.
  • Boswellia serrata: planta antiinflamatoria que puede ser útil para reducir dolor.

3. Errores comunes y mitos que debes evitar

“Si tengo fractura, no necesito proteína”: Falso. Tras una rotura, tu cuerpo necesita mucha proteína para regenerar tejido.

“El calcio solo viene de la leche”: No solo se obtiene de lácteos; existen fuentes vegetales y suplementos adecuados.

“Con artrosis, tengo que evitar todo tipo de grasa”: En realidad, necesitas grasas antiinflamatorias como el aceite de oliva y el omega‑3.

“Tomar condroitina va a curar mi articulación”: No es una cura, pero puede apoyar la salud articular junto con dieta y ejercicio.

“Solo me recupero con reposo absoluto”: El reposo ayuda en fases iniciales, pero luego necesitas movimiento controlado para reactivar el tejido.

4. Conclusión:

La alimentación post-rotura o con dolor crónico puede acelerar la curación, reducir infecciones y mejorar la funcionalidad. Combinando proteínas, grasas saludables y micronutrientes esenciales, tu cuerpo se mantiene fuerte y móvil a cualquier edad, especialmente si llevas vida sedentaria.

👉 Te invito a contactarme para personalizar un plan según tu lesión o dolor articular. Con pautas específicas, podrás recuperarte y evitar que el sedentarismo te frene ¡Cuida tu salud desde el primer bocado!

© Derechos de autor. Todos los derechos reservados.

Necesitamos su consentimiento para cargar las traducciones

Utilizamos un servicio de terceros para traducir el contenido del sitio web que puede recopilar datos sobre su actividad. Por favor revise los detalles en la política de privacidad y acepte el servicio para ver las traducciones.